El género Aloe (también conocido como sábila) pertenece a la familia de las Ashodelaceae y comprende plantas originarias de África, de Madagascar y de Arabia.
La etimología de esta palabra no se conoce con precisión, podría derivar de una palabra de origen oriental (árabe probablemente), que significa “amargo” o del griego àls-alòs que significa “sal”, para recordar su sabor amargo parecido al del agua de mar.
Su particularidad es que son plantas suculentas, todas estas especies son originarias de zonas áridas.
Las especies del género de los aloes son siempre leñosas, pero con hojas típicas de las plantas suculentas, con forma de espada, duras, gruesas, muy grandes y carnosas, dispuestas en grandes rosetones y con unas espinas recias en sus extremos, armadas con otras espinas marginadas más pequeñas, las hojas pueden ser de color veteado de verde y blanco, o verde ceniza plateado.
Las hojas pueden cerrar completamente sus poros (estomas) para evitar la pérdida de agua por evaporación durante los períodos estivales y son capaces de reponer rápidamente la epidermis cuando se produce una fractura o un corte en su superficie.
El áloe se destaca por la belleza de sus flores que son particularmente llamativas. Son plantas siempre verdes de las que algunas son acaules (sin tallo aparente) con las hojas dispuestas en roseta, otras con tallo alto, simple o ramificado.
Desarrolla las flores de la primavera al otoño según la especie y las variedades. A diferencia del Agave, la planta no muere después de la floración que se forma sobre el extremo de un largo tallo, simple o ramificado o en racimo. Producen inflorescencias en umbela, colgantes o tubulares. Las flores generalmente son de color rojo, naranja o amarillo.
Fuente: http://www.elicriso.it/es/como_cultivar/aloe/